-¿Estás escribiendo algo?.
Suele ser una pregunta insidiosa, sobre todo en épocas creativas de sequía. En ese caso se suelen buscar argumentos y justificaciones, para no sentirse desplazados del gremio de los artistas pródigos.
Esta vez, la inquisitoria no fue tan malvada para mí, pues acababa de re-escribir un guión y no tenía empacho en contarlo.
-Sí – le dije – acabo de terminar algo…
-¡Qué bueno! ¿Va a ser una película de situación o de personaje?
Y aquí arranca el motivo de estas líneas.
¿Qué es una película de situación? ¿Y de personaje?. ¿Acaso son excluyentes?
¿Quién se supone que participa activamente de las situaciones?
¿Puede existir un personaje atractivo sin el soporte dramático de una situación?
Si se trata de poner en escena dramas humanos, diríamos que esos dramas se organizan en función de situaciones, donde el personaje se “sitúa o se haya situado” en ese determinado -y seleccionado- contexto, presente de la acción, un momento de su existencia.
Cuando hablo de situaciones también hago referencia a aquellas internas, “psicológicas” del personaje. Que se manifiestan en sus acciones-reacciones en relación a sí mismos y al entorno.
El célebre escritor estadounidense devenido inglés, Henry James, abordó estos asuntos en su ensayo “El arte de la novela” (The art of fiction, 1884):
“…Hay una distinción, fuera de moda por lo antigua, entre la novela de personaje y la novela de incidente que ha debido de costar muchas sonrisas al fabulista proyectante, muy interesado en su trabajo…”
“…La gente habla de descripción y diálogo, incidente y descripción, como si fueran belicosamente distintas, en vez de mezclarse entre sí a cada aliento y de ser partes íntimamente asociadas en un esfuerzo general de expresión..."
"...No puedo imaginarme una composición que exista por bloques, ni concebir, en novela alguna digna de ser discutida, un pasaje de descripción que no tenga intención narrativa, un pasaje de diálogo que no tenga intención descriptiva, un matiz de realidad, sea el que sea, que no participe de la naturaleza del incidente, o un incidente cuyo interés no derive de otra fuente que no sea la fuente general y única del éxito de una obra de arte: la de ser iluminadora..."
Y aquí, la frase del “millón”, citada en tratados y manuales:
“... ¿Qué es el personaje, sino la determinación de la acción? ¿Qué es la acción, sino la ilustración del personaje?...”
Fíjense en esto:
“…La historia y la novela, la idea y la forma…”
Es decir que Henry James relaciona a la historia con la idea y a la novela con la forma, el “cómo”, o la manera en que esa historia-idea ha sido formalmente planteada. Esto vale también para aquellas formas informalmente planteadas, lo cual no deja de ser otro modo de formalidad, otro sistema, búsqueda o alternativa.
James, prosigue:
“…ambas son como la aguja y el hilo, y jamás he sabido que un gremio de sastres recomendase el empleo del hilo sin la aguja, o de la aguja sin el hilo..."
“…Una novela es una cosa viva, toda una y continua, como cualquier otro organismo, y en proporción a como vive se descubrirá, creo yo, que en cada una de las partes hay algo de cada una de las demás partes...”
Con estas dos últimas sentencias de su ensayo, creo que se entiende todo. Podríamos decir que este mecanismo situación-personaje (y viceversa), se retroalimenta formando un circuito de energía que se extiende y crece hasta el final, cuando la obra termina y se advierte su perfecta organicidad.
Esta es la tarea del artesano y el artista, conformar estas fuerzas dándoles un sentido, desde su propia intuición y experiencia, lo que podríamos llamar “lenguaje”, “código” o “estilo”.
Y esta forma aplicada persigue un fin noble y elevado, hacer visible lo invisible, dar a luz el mundo imaginario del artista, su mundo.
Cerramos estas breves reflexiones con el maestro Henry:
“…convierte las vibraciones mismas del aire en revelaciones.”