El diccionario dice que la elipsis es “la ausencia de alguna palabra en una oración, que no afecta su sentido”. O la “supresión, con fines artísticos, de ciertos hechos...”
El cine es montaje, selección de momentos relevantes.
“La ausencia…no afecta su sentido”. Es más, se supone que dicha omisión le otorga la mitad de su sentido para completarse (con aquello que no ha sido omitido) y organizar la totalidad de la obra. Es decir, necesitamos tanto de la elìpsis como del material seleccionado, que no puede funcionar y tener sentido sin lo otro, lo extirpado, lo elipsado, lo que dejamos afuera pero sigue presente en el imaginario.
El desarrollo de un guión suele ser una carrera de postas donde se dejan señuelos que construyen la trama. Pero es un tramado incompleto, virtual, un ensamble técnico que reafirma la ficción. Y aceptamos el juego de armar lo no visto, completar esos espacios, construír en nuestra mente las partes que faltan para comprender mejor las partes que están presentes.
El guionista suele trabajar más desde el fuera de campo que desde lo explícito, allí está el secreto de su arte. El background de situaciones que guarda en su memoria pasa a formar parte del residuo, el descarte. Pero a diferencia del montajista, que puede guardar esos fragmentos, manipularlos y verlos, el escritor de guiones debe conformarse con el recuerdo imaginado, tan difuso y errático como la propia vida.
A veces pienso en cómo sería un guión paralelo, armado con todos aquellos momentos rechazados. Algo así como la “versión extendida de la obra, incluyendo todas sus elipsis”. Sin filtro. Obviamente un filme imposible por sus costos, y tal vez muy aburrido. Pero creo que este ejercicio mental de imaginar lo ausente y ordenarlo en secuencias con un cierto orden, es importante para el que escribe, ejercitando el recurso.
Este manejo de la elipsis define el tiempo, el ritmo, un asunto personal e intuitivo. Cada cual con su ritmo. Valoremos nuestro ritmo, que se objetiva en el texto que algún día estará en la pantalla, luego del indispensable desglose o “desguase” cretino al que se somete en el momento del rodaje; y de las justas y equilibradas manos (teclas, mouses, o tijeras) de un editor objetivo, despiadado y justiciero.
Dominando la elipsis se puede aspirar a manejar este complejo arte de la escritura. Es el gran desafío: tener la capacidad y la frialdad para saber elegir y cortar cuando sea necesario, en beneficio del espectáculo y del argumento.
Mi maestro, José Martínez Suarez, al sugerirme un corte en un guión, alguna vez me dijo: “El espectador se lo va a agradecer…”
Porque en
algunos casos, en que el sopor de algunas películas nos ataca, la elipsis es un
elíxir.
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