EL PROBLEMA CON LOS FINALES:
En una ocasión, una alumna se quejaba:
-“Me cuesta encontrarle un final a mi guión. Tengo problemas con los finales”…
Su inquietud, me inquietó. Tuve que alentarla a que no se desanime y siga buscando, indagando, probando alternativas. Pero por dentro pensaba que, en mi caso, el problema de encontrar finales se multiplica en varios espectros, llamémosle fantasmas. No sólo me acosa el temor a no poder cerrar un argumento. Me aterra pensar en los comienzos o planteamientos y en su posterior desarrollo, esa maldita parte media del común de las estructuras donde el autor debe profundizar los conflictos y enterrarse en el barro del propio material, que suele presentarse de modo inmaterial, inasible y desalmado, un ensamble de ideas y abstracciones que tanto nos cuesta poner en escena.
Pensando en el tan anhelado The End, los hay de todo tipo y alcurnia. Finales abiertos, cerrados, imprevistos, sutiles, explicativos, redundantes, fundidos, confusos y confundidos.
Entre los cierres famosos figura el de “Casablanca” con aquella frase que Rick-Bogart lanza al policía Renault-Claude Rains:
RICK: Louis, presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad…(Luego, pasamos a un fade a negro y fin de la historia).
O el último plano de “Some like it hot” (“Con faldas a lo loco” o “Una Eva y dos Adanes”), guión de Billy Wilder y su copiloto I.A.L.Diamond…
Jerry-Daphne (o sea, Jack Lemon vestido de mujer) huye en una lancha con el millonario Osgood, quien, enamorado, cree que Jerry es una dama:
JERRY: ¡No me comprendes! (Se arranca de un tirón la peluca; con voz de hombre) ¡Soy un HOMBRE!
OSGOOD: (Sin pararse a pensar) Bueno…nadie es perfecto…
Recordemos también el final de “Plata dulce”, escrita por Oscar Viale y Jorge Goldemberg, donde Julio de Grazia, preso, miraba la reja de la celda y decía con esperanzas que “Dios es argentino”…
Más allá de las frases famosas, el final de las películas debe sostenerse con la eficacia de las escenas propuestas. Sea cual fuere el formato o elección estética que se plantee, los últimos instantes de un film son su saludo de despedida.
En “Adaptation” o “El ladrón de orquídeas”, con guión de Charlie Kaufman, el personaje del profesor Mc Kee, “gurú”de guionistas, sentencia:
-Te voy a decir un secreto…el último acto hace la película. Impresiónalos al final y será un éxito. Puede tener defectos y problemas. Pero impresiónalos al final, y tienes un éxito. Encuentra un final. Pero no hagas trampa. Y no te atrevas a meter un Deus Ex Machina…
No viene al caso explicar el Deus ex machina. Cualquier web page lo aclararía mejor que uno. También podemos debatir si el consejo del “gurú” es atinado. Lo que es innegable es que hasta en Hollywood le temen a los finales y les cuesta concretarlos.
La gran pregunta es: ¿cómo encontrar un final eficaz? ¿en qué nos basamos? ¿en seguir la línea argumental que nos viene llevando desde el inicio del relato? ¿en algún destello de nuestra intuición? ¿en un momento inolvidable, quizás un gag o una frase “ganchera” como las que antes citamos? ¿cómo preveer la reacción del espectador? ¿es posible impresionarlo? ¿creemos que nos va a recordar por el último instante, o por el contenido de toda la trama?.
Sinceramente no tengo respuesta. Toda variable es posible. Esto es una reflexión, un pensar en voz alta. Tengo claro que una obra es una totalidad, y cada parte una pieza de la maquinaria. El final debe estar, dramáticamente, en función de la misma. Como drama es acción, lo único interesante es que genere movimiento, dinamismo, vida. Si la película vive, el espectador la acompañaría interesado.
Pero toda vida tiene un tiempo útil. Esto, tal vez, respondería a la inquietud de aquella alumna. A todos nos cuesta terminar una obra, si bien esperamos ese increíble momento de exclamar: ¡terminé!.
Creo que el hecho de ultimarla es, en cierta forma, matar el juego que venimos sosteniendo con ese texto, pieza, pintura, canción, o lo que estemos creando. Es como si la campana sonara diciendo: “Volvamos a la realidad. Se acabó el recreo.”